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martes, 24 de febrero de 2009

Doce sonrisas

Lo que llama la atención suscita interés. Obvia asunción. Lo que según se descubre, asombra y sorprende, resulta mucho más interesante y provoca ganas de conocer más. Una sonrisa extrovertida, cameladora, diplomática e incluso estratégica puede encerrar muchos misterios y cualidades inesperadas.
Sacando de la manga, como si de un truco de magia se tratara, frases cuidadosamente seleccionadas pero aparentemente espontáneas, destinadas a suavizar una situación peliaguda; me encuentro mirando la temperatura en un mechero que siempre llevo conmigo. Nunca se sabe. Las frases flotan entre una multitud de recuerdos censurados y guardados bajo llave.
Una sonrisa cameladora, destinada a salvar una situación comprometida o una metedura de pata.
Una sonrisa ligada a un chiste, muy útil cuando la primera acaba de ser empleada y podría resultar redundante…o delatante.
Una sonrisa que acaba en carcajada, entrecortada pero continuada. Risa sincera.
Una sonrisa seguida de una frase de apoyo y acabada, my friend, en una muletilla.
Una sonrisa acompañada de una palmadita en el hombro, destinada a levantar el ánimo, mostrar confianza y seguridad para sostener un argumento, o acompañar a la complicidad elegante de un comentario picante.
Una sonrisa de lado, casi inapreciable, pues no se dirige a nadie más que a uno mismo.
Una sonrisa seguida de la apertura y cierre de la boca, momento insinuante en el que sería estelar lanzar una respuesta cortante, pero resulta imposible…desconcertante y placentero, sin embargo.
Una sonrisa apenada, disfrazada, destinada a salvar la situación, evitar una decadencia de ánimo en el ambiente. Siempre seguida de un comentario que eluda las circunstancias y cambie el rumbo de la conversación.
Una sonrisa avergonzada pero bien trabajada, resultona. Acompañada de una frase informativa e irrelevante sobre el mundo animal. No obstante, divertida y efectiva, consiguiendo desviar la atención mientras la vergüenza desaparece.
Una sonrisa creciente, simultáneamente acompañada por un movimiento de cabeza hacia atrás, coronada por un suspiro y una nueva sonrisa. Placer.
Una carcajada sonora y estridente, seguida de muchas más; pequeñas pero constantes. Reacción de escuchar una broma inesperada.
Una gran sonrisa, juntando y frotando las manos, destinada a animar el ambiente decaído, proponer un plan, o salir del paso en un momento de vergüenza.
Horas de argumentos, batallas verbales peleando frases simultáneas, frases acabas a dos voces, pensamientos paralelos y absolutamente transversales…palabras, lluvia de adjetivos salpicados por la lluvia, humedecidos por una bebida alcohólica, mojados en el camino, empapados por la ola provocada por el paso de un camión, polisémicamente chorreantes en el destino final.
Una sonrisa en el interior de una vida. La vida en un mundo propio, alejando el pensamiento de problemas, complicaciones o preocupaciones. El desplazamiento a la intimidad, satisfecha y gozosa intimidad, compensatoria de los deberes y obligaciones. Un respiro, un premio, plenitud. Lo que hace que el resto valga la pena.
¿Una sonrisa?...Una sensación. La piel, el agua del mar, el cloro, el roce de la piel con la piel, la espuma de un baño, un escalofrío.
¿Una sensación?... Un sabor. Salado como el borde blanco de una copa de cóctel, dulce como un sorbo de cocacola por la noche, desde la cama, sediento. Picante como un condimento mexicano, como un momento íntimo.
¿Un sabor?...Una mirada…estática, inmune al paso del tiempo, a la vejez, siempre la misma, siempre ahí.
Significa eternidad.